
¿TENGO GORDOFOBIA?
El término GORDOFOBIA no existe según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), pero el sufijo “fobia” indica «temor, que causa miedo o aversión». Etimológicamente procede del griego «phóbos» que significa «horror, espanto». Según la Wikipedia, Obesofobia es “miedo o desagrado exagerado a la gordura propia o a la de otros”.
Aún estamos comenzando a visibilizar el efecto que ese temor a ser gordo o a engordar produce sobre las creencias colectivas, que a su vez, inciden en la estigmatización y discriminación que sufrimos las personas gordas por el sólo mero hecho de serlo.
Como la mayor parte de los problemas, esto es una rueda, ya que esa opresión que sufrimos los gordos alimenta o nutre esa misma percepción de nosotros mismos, lo que llamamos la GORDOFOBIA INTERNA. Porque aunque duela , y mucho, las miradas, los comentarios, y la sensación de no pertenecer en un mundo de delgados, aún es más doloroso la propia sensación de inadecuación. Yo tampoco quiero ser gorda, ¿cómo voy a querer serlo si se me ha tachado de una etiqueta de obesidad mórbida (me voy a morir pronto), si no encuentro ropa chula de mi talla, si cada día veo anuncio tras anuncio de cuerpos delgados y parece que los gordos no existimos?
Sí, yo también soy gordofóbica, el primer paso para cambiar es reconocerlo. Y es normal.
Como ejemplo, os copio un fragmento de mi diario personal, del día después al que me hice la sesión de fotos de esta web.
Ayer fue el día elegido para que me hicieran las fotos para mi página web.
Yo llevaba días muy nerviosa por la sesión de fotos. Había buscado concienzudamente una fotógrafa para la sesión, y no quería la que tuviera más experiencia, sino con la que pudiera sentirme a gusto, que tuviera una sensibilidad exquisita.
También había elegido como maquillador a un amigo mío, para que además de maquillarme estuviera animándome en la sesión. Sin embargo, le salió un trabajo en el último minuto y tuvo que maquillarme deprisa y no pudo quedarse.
Me vi sola con una persona que apenas conocía, haciendo algo que he odiado toda mi vida, que me hagan fotos. Porque nunca me vi bien en las fotos. Es uno de esos momentos en que más odio ver mi cuerpo, mi papada, mi barriga, mi cara hinchada, es que ninguna ropa ni ningún maquillaje ni ningún fotógrafo podrá cambiar eso. Es que me odio, sencillamente. Por eso estaba tan nerviosa en esa sesión. La fotógrafa fue muy agradable, y muy paciente, me dedicó todo el tiempo que yo necesité. Pero yo hubiera acabado lo antes posible.
Verme expuesta, sonreir sin ganas, se me hacía un mundo. Conscientemente me calmé, conecté con el amor con el que hago lo que estoy haciendo y con el propósito con el que lo hago. Pensaba que dedicarme a lo que amo, y ayudar a personas que sienten esto que siento yo, era tan valioso que aceptaba pagar el precio que suponía, que ese sufrimiento merecía la pena. También pensaba que cómo podía ayudar a personas gordas a aceptarse, si yo aún no siento que me haya aceptado del todo. Y me preguntaba si sería posible llegar a ese nivel, al 100%, al darme igual en qué pose me hayan cogido, o cómo tuviera los pelos, o qué ropa tuviera puesta, si yo algún día podría verme neutral en las fotos o vídeos. Es qué, además, si quería empezar a mostrar en las redes, momentos como ése iban a ser muy habituales.
Después de la sesión de fotos acabé agotada y me dispuse a descansar en la cama. Al despertarme, revisé Instagram y fue como una señal. Era el día contra la gordofobia, y ahí lo entendí todo. Y es que lo que me pasa ante las fotos es GORDOFOBIA INTERNA.
Fruto de esa gordofobia de la sociedad de la que estamos hablando en el día contra la gordofobia. La que nos hace odiar nuestros cuerpos y no reconocerlos como propios. Ojalá yo ayer hubiera podido quitarme ese cuerpo gordo y, como si fuera un traje, enfundarme en un cuerpo delgado. Las personas con cuerpos normativos no se pueden hacer una idea de esa sensación de vergüenza, incapacidad al verme, que no me reconozco, que no quiero ser ésa que aparece ahí, que siento mi cuerpo (y, por tanto, yo) inadecuado para hacer lo que hago, veía a la gente que pasaba alrededor en la calle mientras me tomaban fotos y me preguntaba si pensarían qué hace una gorda posando como modelo.
Mientras una parte de mí se enorgullece por haberme atrevido a hacerlo, otra parte está muerta de miedo de ver las fotos que me hicieron.
Compartí la publicación del día contra la gordofobia porque lo sentí muy mío. Y fue mágico ver en Instagram, en las cuentas que yo seguía, una y otra vez la misma publicación. YA NO ESTOY SOLA, pensé. Soy parte de un movimiento en crecimiento hacia la aceptación de los cuerpos gordos. Me siento pertenecer a esa comunidad, y cobra sentido el esfuerzo de hoy y de cada día. Por nosotras.
¿TE RECONOCES EN ALGUNA DE ESTAS CREENCIAS?
– cuando esté delgada….(ligaré, encontraré trabajo, iré a la piscina, iré al gimnasio)
– No tengo pareja porque estoy gorda
– Odio mi cuerpo gordo ante el espejo
– No quiero verme como X…(X está gord@)
A la vez que reivindicamos la integración en la sociedad, que queremos que nos acepten, que existimos, es fundamental que cambiemos nuestra propia gordofobia interna. “Haz tú el cambio que quieres ver fuera”. En la medida en que podamos sentirnos bien dentro de nosotros, que nos aceptemos y amemos con nuestros kilos, arrugas, estrías o granos, aceptaremos a los demás.
Apreciemos los cuerpos por lo que son, un traje, una funda para VIVIR en este mundo, y cuyas funciones vitales son maravillosas y perfectas, un verdadero milagro. Es maravilloso cómo nuestros cuerpos funcionan, sin que tengamos que hacer nada, nuestros corazones laten, los pulmones intercambian oxígeno, las piernas andan, tenemos ojos para ver, nuestras manos acarician…
A veces para ser consciente de esto, nos llega la enfermedad, nos quejamos cuando nos doblamos un tobillo, y duele, y no podemos apoyar el pie, pero ¿y si le damos la vuelta? Te invito a agradecer a diario a tu cuerpo, por andar, por subir las escaleras, por permitirte sentir y ver, y oir, tantas cosas maravillosas a tu alrededor. Desde que me he acostumbrado a hacerlo, a percibir conscientemente, puedo centrar mi atención en observar lo bonito que hay en todas partes, oler las flores y mirar al cielo, a las nubes, o a los árboles, me siento mucho más en paz y contenta, y dejo de vibrar en la insatisfacción. Esa insatisfacción por mi cuerpo que ha centrado mis pensamientos durante mucho tiempo en mi vida. Sé que esto es un proceso, que de un día para otro no se pueden cambiar los hábitos de pensamiento, pero el ser consciente es un paso muy importante, y se puede. Ése es mi mensaje. Se puede.
