Estar de pie al inicio de un camino incierto. Sintiendo entusiasmo por empezar y miedo a partes iguales. Así estoy yo ahora, escribiendo MI PRIMER POST.

 

Me doy cuenta de que este camino es hacia adelante, pero si miro hacia atrás hay otro camino largo que ya he recorrido, atravesando ciénagas, barros, perdiéndome mil veces y volviéndome a encontrar, mucho más fuerte cada vez. Un camino en espiral, donde a veces parezco que voy hacia abajo y luego vuelvo a subir con muchos más recursos. Este camino es MI PROCESO.

He decidido que mi primer post sea para contar mi proceso en cuanto a la relación con la comida y mi cuerpo, y cómo he llegado adonde estoy ahora.

Yo nací pesando cinco kilos, y jamás me he visto delgada en fotos, aunque tampoco me veo como una niña gorda, sí rellenita. Me desarrollé rápidamente, aunque luego no alcancé una gran estatura.

En el colegio tuve mis dificultades, ya que me llamaban gorda en el patio del colegio. Ahora, con la perspectiva de los años, creo que me insultaban más por sacar buenas notas y por ser tímida que por mi volumen, pero por entonces yo me sentía fatal conmigo misma. Además, me tocó un profesor de gimnasia que se burlaba de mi torpeza delante de mis compañeras, y me hizo odiar el deporte.

 

Historias muy habituales en el historial de las personas gordas.

En el instituto el bullyng fue a peor. Pero por entonces ni se conocía lo que era el bullyng. Así que decidí, con 15 años y 65 kilos, y por supuesto pensando que el fallo estaba en mí, hacer mi primera dieta. Convencí a mi madre, que decía que era demasiado joven y aún tenía que crecer, a llevarme a un acupuntor que me puso las agujas, una dieta de mil calorías diarias, y ejercicio en su centro.

Con mi primera dieta pasé mucha hambre, adelgacé doce kilos en tres meses. Algunos días tocaba dieta líquida, sólo tomaba batidos. La dieta era muy monótona, odié la merluza y la pescadilla de por vida jajaja.

Los kilos se fueron y mi autoestima subió por mil. Tuve mi primer noviete, ya no me insultaban en el instituto, podía comprarme vaqueros…El mundo ideal para mí.

 

Creo que la euforia me duró otros tres o cuatro meses, los que tardé al volver a coger esos kilos y más, pasando a los 70 y tantos.

 

Durante la carrera, más o menos me mantenía de peso, subiendo algo y bajando a base de restringir. En esa época probé la primera dieta sin carbohidratos, y ansiaba comer fruta y verdura, que era justo lo que no podía comer.

En esa época de juventud, me sentía muy acomplejada por mi peso. Cuando las chicas íbamos aligar, yo nunca era elegida. Por gordita, mi papel era el de amiga buena gente por medio de la cual ligarse a la guapa. Me sentía muy desdichada por esto.

 

Cuando tenía 25 años me enteré de que mi madre estaba muy enferma y falleció dos años después. Durante su enfermedad, fui a un endocrino y me recetó un antidepresivo que disminuía el apetito. Y bajé peso. Pero al cabo del tiempo me noté muy rara y dejé la medicación, así, de golpe. Es curioso porque esa depresión en la que caí me quitó el apetito, era pura apatía, todo me daba igual. Hasta que falleció mi mamá. Ahí la depresión se mezcló con una ansiedad brutal que me hizo coger 20 kilos en poco tiempo. Recuerdo comerme cajas de dulces de una sentada.

 

Y después otra dieta, otra, otra más…cogía 25 kilos, bajaba 10, volvía a coger no sólo 25 sino 30…

 

Al cabo de los años y de leer sobre el tema, llegué a la conclusión de que el problema era emocional, y que cuando solucionara el desborde emocional que me llevó a los atracones, adelgazaría sin esfuerzo. En realidad iba porque no podía manejar mis emociones, tenía dificultades para relacionarme con los demás y conmigo misma, y el síntoma era la forma de comer. He recibido terapia cognitivo conductual y Gestalt. Terapias largas, que me ayudaron mucho en lo personal pero la forma de comer compulsiva seguía ahí,y la repulsa por mi cuerpo (y, por lo tanto, por mí mism) también.

A finales de 2018 tuve un susto grande por unos episodios de hipertensión, con dolores fuertes de cabeza. Ya ahí hacía tiempo que pesaba más de cien kilos. En Seguridad Social me ofrecieron lo mismo de siempre, la dieta de las mil quinientas calorías, con un plus: podían meterme en lista de espera para cirugía bariátrica.

 

Y ya eso fueron palabras mayores. Yo tengo pánico a operarme de cualquier cosa, así que encontré un centro en mi ciudad, que me ofreció la solución perfecta: un equipo de nutricionista, psicóloga y entrenadora personal. Y a la vez comencé a informarme por las redes sociales y descubrí el movimiento de Salud en Todas las Tallas y a leer sobre Gordofobia.

 

Después de un año en ese centro, bajé de peso pero no me sentía satisfecha. Todo era más de lo mismo, ya sabía cómo hacerme los menús, podía hacer ejercicio en un gimnasio al lado de casa, y quería encontrar otro tipo de terapia que se centrara en lo emocional y en mi relación con la comida y con el cuerpo.

 

En enero de 2020 comencé con Mónica @porquesoygorda la terapia Qilimbic. Nada que ver con las terapias anteriores.

 

En marzo entramos en pandemia, y nos confinaron. Subí dos tallas en un año (decidí dejar la báscula a un lado, así que no tengo ni idea de cuánto peso, ni quiero saberlo), ya que la ansiedad se disparó, unido al proceso normal después de una etapa restrictiva el año anterior, y el sedentarismo fue brutal. Pero bajé no sé cuántos kilos mentales. Curiosamente, apenas tratamos en la terapia sobre la comida o mi cuerpo. Sí lo hicimos sobre la historia de mi vida y los impactos emocionales que han creado mi personalidad, mi estructura defensiva.

 

A medida que fui liberando esas emociones, me atreví a ser yo, en esencia, y comencé a materializar mis sueños. Me di cuenta de que había ocupado demasiado espacio de mi vida intentando alcanzar la felicidad adelgazando, y eso se había convertido en una obsesión. Y cuando desapareció esa obsesión, encontré un gran lugar en mi mente para ocuparme de lo que yo quería realmente.

 

Porque aunque había conseguido muchas cosas en mi vida, no era feliz. Me faltaba mi propósito. Decidí retomar mi vocación, la psicología, y comencé a formarme para ser terapeuta en ese método, Qilimbic, tan efectivo que por fin me había dado tanto resultado.

 

La primera vez que hice una práctica a un compañera y me dijo que le había funcionado, y que yo tenía potencial, me emocioné tanto que supe que a eso es a lo que me quiero dedicar.

 

Y tuve claro que, después de mucho camino recorrido en el mundo de las dietas, de querer adelgazar a toda costa, a lo que me quiero entregar es a ayudar a personas con cuerpos gordos. Con historias parecidas a la mía. De años de sufrimiento y traumas que les han llevado a engordar, y lo que es peor, traumas por el simple hecho de tener un cuerpo no normativo.

 

Quiero ser la persona que a mí me hubiera gustado conocer para que me aconsejara, antes de comenzar con las dietas, o a los 20, 30 o 40 años. Que me dijera “El camino a la felicidad no pasa por adelgazar. Eres valiosa como eres. Muéstrate, exponte, deja de esconderte, sal a la calle con orgullo, tu cuerpo es perfecto como es”.

 

El mundo está cambiando, lo noto, hacia la aceptación de la diversidad de cualquier tipo, de género, de preferencia sexual, de razas, y también corporal.

 

Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo.

Esto es para mí un comienzo y también un final.

Finaliza mi larga etapa de esconderme, minusvalorarme y despreciarme.

Dejo que el camino que tengo adelante sea fácil. Me siento fuerte, decidida, empoderada, y tengo una mochila cargada de recursos por compartir.

Quiero que ese camino lo hagamos juntas.

¿Me acompañas?

 

¿Te acompaño?

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